Adarve..., n.º 1 (2006)                                                                                                                              Pág. 50

José Luis LÓPEZ BRETONES

Vemos el mar entre las noches cálidas No soy valeroso El viento se levanta

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VEMOS EL MAR ENTRE LAS NOCHES CÁLIDAS

 

LEVANTAMOS la frente junto al mar aquella noche.

Sobre nosotros, los flancos más profundos de la rada

palpitaban de minúsculas hogueras amarillas.

 

La brisa derramada de pronto entre las barcas,

los tablones erizados de sal,

las redes rotas,

el rumor olvidado de los mástiles,

las rocas medio hundidas en el embarcadero:

todo postulaba allí una aceptación humilde,

un rito sorprendente, pero consabido.

De noche todo vuelve a recogerse en la mirada.

De noche cobra el tiempo recodos infinitos.

Dentro de nosotros el corazón decide

y planta su reino más gozoso

entre las ruinas olvidadas de los días.

 

Pero aquella sombra,

aquellos años,

aquellas estaciones de lluvia o de excesivo sol

no son sino metáforas gastadas, ilustres referentes

iguales a su estéril y asiduo correlato.

 

(Estoy hablando de un tiempo que siempre es anterior,

que siempre será antiguo.

Aunque los labios aún

intentan pronunciar aquellos nombres

que alguna vez significaron algo).

 

En la penumbra de una habitación en agosto

estoy ahora esperando el alba:

pronto comenzarán a dibujarse las colinas,

las copas de los árboles más altos,

la línea tranquila del muelle

y los blancos terrados de algunas casas próximas.

 

Vanamente ha transcurrido la noche.

Llega la luz y sus pálidos perros

me muerden sigilosos en la mirada.