Adarve..., n.º 1 (2006) Pág. 37
Raúl LÓPEZ REDONDO
perfectamente podría ser una mujer, dos mujeres y, sin embargo, por el contexto dudamos que su naturaleza no sea masculina: ¿verdad Susan? (la cámara afirma). Y nos parece recibir también nosotros la confirmación de que es un hombre, son una pareja, hombre y mujer, suponemos; pero no son sus padres, no le conocen, solo poseen alguna información que les ha proporcionado alguien, con un objetivo misterioso aún.
Surge otro dato que nos inquieta: conozco lincoln nebraska una vez estuve allí ¿verdad susan? ¿te gustan los animales paddy? aquí tenemos perros caballos también tenemos juguetes. Aquí, allí, luego no están en lincoln, no están en nebraska, no están en la casa de paddy o en su ciudad o siquiera el estado; aquí tienen perros caballos (parece una granja o una casa de recreo con caballerizas) y sólo como aditamento, también tenemos, tienen algo propio para niños (juguetes, columpios), aunque da la impresión por la forma de anunciarlos en segundo término, también, que no son cosas que en esa casa se usen todos los días.
Y llega la primera petición-sugerencia: ¿quieres que juguemos al columpio paddy? ¿Te gusta el columpio?. Y la sugerencia de juego se expresa con palabras extrañas: jugar al columpio en lugar de columpiarse, te gusta el columpio en lugar de te gusta columpiarte. No es muy habitual decir: ¡Qué bonito es este columpio!, porque es una atracción de uso, su belleza es la acción que proporciona columpiarse; igual de raro suena ¡Qué bonito es este tobogán!, en vez de, ¡Qué divertido es el tobogán!. La expresión jugar a se emplea más para los juegos de desempeño de roles (policías y ladrones, indios y vaqueros; o jugar a los médicos). Pedir aquiescencia sobre lo bonito que es el columpio a un niño, parece un intento un tanto anómalo de atraer su atención. Y el columpio se balancea: arriba-abajo, arriba-abajo, el juego sexual implícito de idas y venidas, bajadas y subidas es evidente. En el libro anterior Las afueras, una cita con firma J. P. dice expresamente: El amor es como los columpios: / Casi siempre empieza siendo diversión y casi siempre / acaba dando náuseas. Para colmo se trunca la sugerencia bruscamente con una orden, ¡eh paddy!, estaba hablando de columpiarse, de jugar en un inocente columpio y de pronto: no te muevas quieto paddy quieto quieto; al igual que el entomólogo con las mariposas, el cámara intenta apresar la belleza de un instante en una fotografía, en unos fotogramas, sin que el insecto ejemplar que se ha posado salga volando, tal vez es simplemente eso, captar su imagen,
(Continúa en la página 38)