Adarve..., n.º 1 (2006)                                                                                                                              Pág. 60

Eugenio MAQUEDA CUENCA

 

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detrás de esta idea es el nihilismo, que caracteriza la obra de López Bretones, especialmente en su último libro Ayer & Mañana. También debemos destacar la palabra azar, que junto a caos del primer verso y fortuito del último conforman el entramado léxico-semántico que cohesiona el texto y lo dirige hacia su sentido último: el caos, el azar y las casualidades son la base de nuestra vida.

      Cómo no detenernos en los siguientes versos de tono sentencioso, serenamente dolidos: “Aquí, donde habito, / un hombre vale lo que valen sus mentiras”. Rotunda afirmación con la que se define el mundo que nos rodea. La contundencia de este verso viene favorecida por la isocronía entre frase-sonido y frase, método que también utiliza en la siguiente estrofa. De nuevo toda una formulación filosófica resumida en un solo verso. La descripción del mundo en que vivimos, donde las cosas no son lo que son, sino lo que parecen; donde todo es mentira, por lo que son valoradas las buenas mentiras, las falsas construcciones de la realidad, lo que Benjamín llamaba “estatización de la realidad”. La mentira hace al hombre, porque nuestro entorno postmoderno está compuesto por contenidos que han sido sustituidos por imágenes, o lo que Jameson ha llamado la cultura de la imagen y del simulacro.

      En la siguiente estrofa el paralelismo y la anáfora cobran protagonismo, y compensan la tendencia prosaica de los versos más extensos, mientras el tono sigue siendo sentencioso. Es interesante la forma en que consigue poner en su boca las ideas de otros, diciendo que habla con la voz de sus semejantes, y lográndolo con dos versos de dieciocho sílabas, de gran sobriedad, a pesar de la metáfora pura que gobierna el segundo de ellos: “llamo ley a la estrecha franja de luz que golpea los días”. También es efectivo, en los dos versos siguientes, el uso de la misma palabra, creo, con significados distintos: el primero como parecer y el segundo en su acepción de tener por cierto algo. Este distinto empleo crea sorpresa en el lector y lleva la atención hacia la forma tanto como al contenido, que en estos versos tampoco es superficial. Ese “creo vivir cuando me oigo” es como decir “hablo, luego vivo”, el “pienso, luego existo” de Descartes, filósofo que puso en duda todo lo que le habían enseñado, escéptico y lúcido como la voz que nos habla en el poema. Y no debemos pasar por alto la verdad “de ciertas deserciones”, puesto que nos remite así a la actitud más frecuente de la voz que nos habla: la desilusionada y, en este caso, la que es capaz de comprender que se pueda claudicar, que se

(Continúa en la página 61)