|
literatura
Una vida en presente
continuo
Ignacio F.
Garmendia
. Recomienda esta noticia
Ya en su juventud, cuando peregrinaba de sanatorio en
sanatorio, decía de él Rafael Cansinos Assens, cuando iba a
visitarlo en compañía de los modernistas, que Juan Ramón estaba
"enfermo de aprensiones", pero el caso es que todos se quedaban
impresionados por el abatimiento del poeta. Juan Ramón se moría de
tristeza, abrumado por insondables melancolías, como el que
presiente y padece los males que no vivirá. Entonces los líricos
expedicionarios regresaban henchidos, que diría Cansinos, de
devoción y de entusiasmo. La evocación de estas visitas vale por
toda la historia del modernismo. La de los versos de Juan Ramón,
casi diríamos, por la de la poesía.
Pero aquí la historia del
poeta. El autor de este Juan Ramón Jiménez, Rafael Alarcón Sierra,
se ha servido de contribuciones, aparecidas en los últimos años, que
los anteriores biógrafos -Palau de Nemes, Garfias, Campoamor- no
pudieron conocer, así los diarios de Zenobia Camprubí y, sobre todo,
la edición "completa" del imprescindible Juan Ramón de viva voz,
especie de diario de conversaciones de quien fue su secretario
personal durante 23 años (1913-1936), Juan Guerrero Ruiz, que en su
anterior aparición había sido expurgado de las observaciones más
inoportunas, léase mordaces. De modo que sin ser una biografía
definitiva, ni pretenderlo, su trabajo constituye una buena
aproximación de conjunto, que expone los azares fundamentales de una
vida literalmente consagrada a la poesía y, lo que es mejor, narra
con claridad y coherencia el desarrollo de una personalidad marcada,
desde muy pronto, por el afán de perfección. Acaso lo más
sorprendente de la historia sea que acabara acercándose a su
propósito, en una medida que a muy pocos es dado
alcanzar.
Pero este triunfo no lo logró sin padecimientos. La
vida de Juan Ramón, dice Alarcón Sierra, fue "la de un hombre en
perpetua lucha consigo mismo", con su carácter famosamente irritable
y desabrido, con sus neurosis y patologías, con su propio mencionado
afán, que le condujo a una permanente revisión -recreación o
reviviscencia- del trabajo realizado conforme iban cambiando sus
ideas acerca del rumbo requerido por su Obra, que así la denominaba,
con inquietante mayúscula. Fue un creador hasta tal extremo
autoexigente, hasta tal punto dominado por esa pasión del rigor, que
a punto estuvo de malograr su altísimo talento. Es fama que hacia el
final de su vida decidió reelaborar toda su obra, prescindiendo del
artificio del verso, y este sorprendente empeño último, felizmente
irrealizado, o inconcluso, nos da la magnitud de su locura,
grandiosa y aterradora como la de un dios perturbado. "Mi necesidad
de cambiar cada día mi escritura viene de que yo quisiera siempre
tener en presente toda mi vida; de que yo quisiera haber tenido
siempre las ideas de cada instante". No lo consiguió, desde luego,
vivir en presente continuo. Acaso haya logrado el futuro
perfecto.
Juan Ramón Jiménez. Pasión perfecta l Rafael
Alarcón Sierra l Espasa l Biografías l Madrid, 2003 l 288 páginas l
12,50 euros
|
|