Cuadro de texto: Adarve..., n.º 3 (2008)									Pág. #
Cuadro de texto: Ojo y rasgado: mirada panóptica del simulacro
(a través de cinco poemas de Julia Piera)
Esther Ramón

           El primer libro de Julia Piera (Madrid, 1970), Al vértice de la arena (2003), se abre con una cita (una parábola de Siradj el Moluk) donde se nos muestra una realidad ineludible, dentro de la cual los sentidos son indicadores débiles ante un destino que nada puede prever, y que la verdad anida con frecuencia en el centro de las paradojas: “Profeta del Señor, ¿en tu vida has visto un hombre tan simple como el que tendió esa red para cazarme, a mí que lo veo? El profeta se alejó. A su regreso encontró el pájaro preso en la red. —Es extraño —exclamó—. ¿No eras tú quien hace un rato decías tal y tal cosa? —Profeta —replicó el pájaro—, cuando el momento señalado llega no tenemos ya ojos ni orejas”.

           El sentido de la vista adquiere, aquí, un papel protagónico. En primera instancia, podríamos colegir que la red sólo es capaz de atrapar a aquel que no la detecta. Su efectividad depende de la astucia para emboscarla del cazador que la tiende, así como de la discreción de sus propios movimientos, que no le hagan visible como ser humano, virtual fuente de amenazas. El éxito, a fin de cuentas, depende de la invisibilidad. Si el pájaro lo ve todo (y su perspectiva aérea juega a su favor), al cazador y a su red, no existe riesgo de ser cazado: basta con sobrevolar el terreno, con no posarse.

           No obstante, sin que sepamos cómo, el pájaro cae finalmente preso en la red en virtud de una especie de fatalidad ineludible, contra la que nada pueden los sentidos. Pero quedémonos con la primera conversación del pájaro con el profeta. De ella se desprende que el ave subestima al cazador y sus posibilidades de éxito, dado que conoce sus intenciones, porque lo ve.

           Al avanzar en la obra de Piera, abordando la lectura de su segundo libro, Conversaciones con Mary Shelley (2006), inquieta encontrar en su primera parte a ese mismo pájaro —que, en su singularidad, actuara como víctima consciente y resignada—, convertido en cazador múltiple e implacable, en vigilante infatigable que cerca y señala a lo humano aislado, encerrado por una amenaza creciente, por una red viva, palpitante, casi atmosférica, que mira y que se acerca. Hipertrofiada y polimorfa, esta cualidad de ver ha

 

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