Adarve..., n.º 1 (2006)                                                                                                                               Pág. 17

Elena en las ciudades

Rafael ALARCÓN SIERRA

(Universidad de Jaén)

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      Las cuatro composiciones que abren el grupo de poemas anterior pertenecen al primer poemario de Elena Felíu Arquiola, Las palabras y los días (2004), que obtuvo el premio Gerardo Diego 2003 de la Diputación Provincial de Soria.

      La obvia relación intertextual del título con Los trabajos y los días de Hesíodo –el trípode de términos que conforma: palabras, días, trabajos– no es gratuita, puesto que, tanto en el poemario como fuera de él, las palabras y los días, el logos y el tiempo, son el afán de que dispone el ser humano para poder llenar de sentido la vida en su transcurso cotidiano. Dicho de otro modo, tanto la vida como la escritura se hacen con palabras y con tiempo; la escritura es un trabajo y la vida es un trabajo, a veces grato y, otras, ingrato, y a este mecanismo consabido se aplica el poeta con la obstinación de quien descubre el mundo (y a sí mismo) a la vez que lo describe.

      Claro está que Elena Felíu no sería poeta si no ofreciera una perspectiva particular de esta verdad de Perogrullo que acabo de enunciar, si no emprendiera este común afán con una mirada nueva capaz de mostrarse en cada poema, de unir en él el objetivismo y lo vivido, la emoción y la forma, para dar, como resultado, un reconocimiento de la experiencia que concierna tanto al poeta como al lector.

      Esto lo hace a través de una poesía formalmente serena, sobria y medida, de expresión acendrada y cuidada dicción, donde el sujeto, al hilo de su periplo, reflexiona a media voz sobre las circunstancias cotidianas, siempre atento a los pequeños matices, perpetuando con intensidad el momento o la percepción a que ha dado lugar el poema, insensiblemente transformados en símbolos humanos o lección de vida al convertir lo circunstancial en esencial.

      Sintéticamente, si en la primera parte del libro (“La voz en la memoria”), el hilo conductor es, temáticamente, la palabra y su intimidad (la mía y la del otro, para mí, para ti o para nadie, presente o ausente, suficiente o insuficiente, racional o irracional, pronunciada o callada, escuchada o rememorada, comprendida o incomprendida, como elemento de comunicación e incomunicación), en la segunda (“Escenas y ficciones”), que desde su primer poema marca la diferencia (“Otro lenguaje”), lo es más bien el transcurso temporal (aunque la palabra, como es lógico, vuelva a determinar los límites de la escritura). El paso de las horas, los días, los meses, las estaciones

(Continúa en la página 18)