Adarve..., n.º 1 (2006)                                                                                                                              Pág. 97

Carmen CONTI JIMÉNEZ

Portada             Índice             Página anterior             Página siguiente

      El juego entre la mano y la mente queda subyugado por un hilo fino, casi palpable, que recorre la espina dorsal. La imagen llega a los ojos como un recuerdo rutinario, placentero, que cabalga a manera de espasmo visual. Acto seguido, como un imperativo no verbalizado, movida por las órdenes de ese fino hilo, se pone en marcha. En el mismo momento del mandato, la mano y la idea comienzan a discutir, dando lugar a la derrota de lo material, pues la pintura no alcanza habitualmente ni tan siquiera el reflejo de la idea. En raras ocasiones, lo pintado triunfa sobre lo imaginado. Es entonces cuando la pintura post-reflexiva ha colmado mis deseos: cuando, para mi sorpresa, el hijo no se parece en nada a la madre, y se rebela a su modo como ser independiente.