Adarve..., n.º 1 (2006)                                                                                                                              Pág. 32

Pablo García Casado, vida más allá del nenúfar

Raúl LÓPEZ REDONDO

(Universidad Autónoma de Madrid)

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USO

       Poema terrible, con el mejor título que se podría concebir, ‘Uso’: la persona que encarna el poema es solo eso, un bien de uso. No se hace ni una sola valoración, pero tampoco se adorna o predispone, es la crónica fría; eso sí, se intenta empatizar con la protagonista, no afectiva sino ubicuamente, adquirir su lugar de perspectiva desde donde ve su realidad, meterse en su piel, en sus percepciones, pero no con la distancia paternalista que se apiada o la judiciaria que condena y desautoriza, sino convivir en sus percepciones con ella, por dentro: “el techo es el mismo” (el mismo de otras, muchas veces igual a esta), “la mancha gris la misma” (día tras día, contemplando por la postura el único paisaje posible a nuestra vista, una mancha de humedad, suponemos, en la pared); “el mismo sonido de los muelles”; por fin se desvela: una cama —¿quién no ha escuchado alguna vez el ruido delator de un jergón en el acto de copular?—, es una prostituta que vende su cuerpo; ¿por qué pensamos que habla de sexo?, ¿por qué prostituta?, incluso, ¿por qué mujer?, ¿dónde se dice? No se dice, sólo dos datos: cuerpo anónimo, es decir, sin nombre, innominado e innumerable, perdido en la anonimia del sumatorio; ¿por qué sexo?, bueno, el tema sí está más o menos explícito (cosa-por-detrás, ábrete cariño, el mismo tacto); otro dato: el amor está ausente, no es un acto amoroso, sólo el título, una utilización, un uso.

      Una palabra homófona y homógrafa se sitúa visiblemente al final del verso, de forma que si leemos transversal y verticalmente las últimas palabras de cada frase, ‘tacto-duro-mecánico-rubor-encaje-cariño-golpes-gritar-sentir’, se despiertan asociaciones cercanas que concluyen en ese ‘venga (verga)’, o la aliteración de su nombre dentro de “el mismo sonido anónimo”: la sodomía; la práctica sexual aludida, es, sin embargo, un acto occidentalmente pecaminoso, desviado de su camino, socialmente marcado por un estigma, más animalizado, de mecánica más brutal y consuetudinariamente vejatorio, por su forma, por su postura, porque es puro placer/dolor y nada tiene que ver con procrear, porque niega la cara, el contemplarse vis a vis; porque tradicional, viril y hasta verbalmente se asocia a una expresión de máximo desprecio y poder, acto nefando, inefable, del que no se puede hablar, tal vez presente en el Tratado IV de El Lazarillo: “Y por esto, y por otras cosillas que no digo salí dél” (Ruffinatto, 2000: 227). Acto, en sí mismo, desprovisto de moralidad, tan

(Continúa en la página 33)