Adarve..., n.º 1 (2006)                                                                                                                              Pág. 53

De la poesía a la teoría

Eugenio MAQUEDA CUENCA

(Universidad de Jaén)

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      Los poemarios de José Luis López Bretones se hacen esperar y son precisos como los años bisiestos y, al igual que en estos, la extrañeza del estar vivo, su manifestación, se prolonga un día más, un libro más. Que la literatura tiene una función catártica, como indicó Aristóteles en su Poética, nadie lo duda; que las inquietudes en que se basa no se resuelven en el plano de la ficción, tampoco. Pero si la literatura tiene como una de sus funciones el autoconocimiento, que se prolonga más allá del autor hasta alcanzar al lector, la obra de López Bretones cumple con rectitud este principio, a la vez que se ponen en evidencia las limitaciones que tal intento supone.

      Los poemas ofrecidos pertenecen a El lugar de un extraño, poemario que consiguió un accésit del premio Adonais. El título dice mucho de lo que podemos encontrar en el interior del libro desde un punto de vista temático, pero no todo. Para empezar, lo que es extraño no es la persona, ni siquiera el lugar. La voz que encontramos en los poemas es la de cualquiera de nosotros, el entorno en que se sitúa es familiar, fácilmente identificable por cualquiera: una ciudad, de cara al mar, en la mayoría de las ocasiones. ¿En qué radica, pues, la extrañeza? ¿Cuál es el punto de inflexión, en qué momento entra en pérdida el sobrevuelo de lo cotidiano? La clave está en la mirada “extrañadora”, por utilizar un término del formalista Sklovski. Es decir, la visión particular del entorno es lo que problematiza el mundo. El orden de las cosas, el suceder de los acontecimientos, el poder que adquieren puntualmente sobre nosotros los sentimientos, sobre todo los relacionados con el amor, el paso del tiempo, el pasado y el presente, son mirados con recelo, con la lucidez de quien sabe que cualquier rasgo de la realidad podría ser distinto de como es.

      En cualquier caso, a pesar de la consciencia, a pesar de que el devenir de los días no es indiferente, sino que alerta y aviva los sentidos, no encontraremos en los poemas rebeldía, ni siquiera impotencia; mucho menos desesperación o inconformismo. La serena contemplación es la actitud que se impone, como si ya se hubiera pasado de antemano por ese intento de rebelión y se supiera que es inútil, algo así como presentarse en el campo de batalla portando en la mano el pliego con las capitulaciones de rendición. No desgastarse vitalmente en un intento que se sabe vano parece la intención de quien nos habla.

(Continúa en la página 54)