Adarve..., n.º 1 (2006)                                                                                                                              Pág. 46

Raúl LÓPEZ REDONDO

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      Lo etiquetamos como “realismo minimalista de línea clara”, por la influencia del Luis Alberto de Cuenca de La caja de plata, por ese hacer ‘a lo Tintín’, con más espacio para adivinar. Roger Wolfe, con quien comparte esta influencia, encarnaría, no obstante, un realismo más nihilista y vitalista al mismo tiempo, ‘a lo Astérix’, llenando más las viñetas, dejándonos menos sitio para nuestra propia participación, en un “lo tomas o lo dejas”. Con García Casado puedes hacer lo que gustes, incluso en el terreno interpretativo. “Uso”, “Paddy” y “Travelling” son un espejo donde podemos reflejar nuestros a prioris cognoscitivos, culturales o personales, donde nuestros juicios previos afloran, nuestras suposiciones léxicas y lingüísticas (que son, por lo tanto, siempre de pensamiento). De entrada, ha de ser uno mismo quien ponga los signos de puntuación al texto, lo cual te obliga a enfrentarte con él, a tomar una mayor consciencia de su sentido.

      Continuando con la comparativa García Casado-Wolfe, en Roger sí hallamos dentro de los propios poemas cierta reflexión explícita, cierta, si no defensa sobre la propia forma de hacer poesía, al menos, un yo: el yo lírico. Lírica antirromántica, ‘anti-lira’ que es a la vez realista, sucia, escatológica, íntima y cotidiana. La voz de Wolfe, pese a las disrupciones, es más de poeta al uso, un vate poético que va transmitiendo sus sentimientos al lector. Más lírico, pero con logros menos innovadores que los de García Casado. En García Casado, íbamos a decir, no se encuentra nada de eso. Desaparecen las valoraciones; ni a favor, ni en contra: no hay. Revisamos el argumento, tras un breve muestreo: sí, en efecto, sí existe un verso lírico, aunque el escenario sea la carretera, el motel cutre, los bares de copas frecuentados por camioneros, la relación de una pareja que se deteriora en las labores del hogar. Aunque no vaya a lomos, generalmente, de una primera persona y en contadas ocasiones podamos hallar ese tono-moraleja, el desenlace suele concluir en dos o tres versos dotados de un lirismo que se dirige al lector, de manera inevitablemente más convencional, aunque deposite su persuasión en un sentimiento de palabra desnuda. Es cierto que aparecen primeras personas, pero el narrador o monólogo interior es sustituido por una grabadora. Consigue sorprendentes resultados con el uso del ‘tú’, la infrecuente y compleja segunda persona, alternándola con la tercera. Bautizaba, al parecer, Roger Wolfe a García Casado “la tortuga mecánica”, pues en la génesis de Las afueras tardó cinco años en escribir un libro que se lee en quince minutos. La

(Continúa en la página 47)