Adarve..., n.º 1 (2006)                                                                                                                              Pág. 35

Raúl LÓPEZ REDONDO

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exigente en sus invisibles recursos, estética expresionista y desposeída. Es el lector quien hace funcionar el mecanismo, quien pone en marcha “la mesa de trucos”. La liberación de signos de puntuación exige al lector que participe de una manera adecuada, creando también los poemas; aparentemente triviales, bajo su superficie se oculta, latente, una realidad nefanda, de la que no se puede hablar, que acaso exista amenazadora, nuestros miedos proyectados en situaciones de la vida cotidiana. Las interpretaciones son quizá tendenciosas: no existe ese doblez de lo cotidiano, no hay más que el día a día y un cierto azar en la disposición del reportaje. ¿Azar o calculada reubicación? En poesía siempre existe un motivo, una razón más o menos oculta. No hay casualidad que no atesore algún porcentaje causal.

 

PADDY

      ¿Qué hace de Paddy un relato sórdido e inquietante? ¿Qué le dota de impresiones sospechosas? En principio, no existe ningún elemento explícito que razonadamente avale nuestras percepciones. Podría ser la simple grabación de un spot publicitario o de unos monitores que filman las ocurrencias de los niños en unas colonias. Sin embargo, algo en el ambiente se torna siniestro, profundamente amenazador. Esa amenaza, digámoslo ya, tal vez de pederastia o pedofilia, sin embargo, no está presente de manera obvia, patente, superficial, sino que mantiene su latencia durante todo el poema, emanando de su estructura profunda. ¿Cuáles son sus signos? ¿Dónde podemos ver todo eso?

      Si la novela, según Kundera, es un espejo que recorre un camino, en el que podemos ver evolucionar la realidad (y a nosotros mismos) a través de su reflejo en el relato, casos como el de Paddy nos permiten proyectar nuestros temores, reflejar nuestras preocupaciones mediante un pedazo de vida diaria en el que algo nos hace sospechar que existe un lado oculto, no sólo fantástico y cortazariano, sino, más aún, siniestro: un lado oscuro. ¿Qué es ese algo, cuál su naturaleza o en qué consiste? Más importante aún, ¿qué palabras, qué sintaxis o retóricas nos empujan a la sospecha?

      La primera palabra, “acércate Paddy ponte delante de la cámara”, nos sumerge bruscamente en el tema, sin preámbulos preparatorios. No sabes quién es Paddy ni quién pretende que se acerque (¿su padre, su tío, un profesor?), sólo sabemos que le pide que se ponga ante la cámara para

(Continúa en la página 36)