Adarve..., n.º 1 (2006)                                                                                                                              Pág. 47

Raúl LÓPEZ REDONDO

Portada             Índice             Página anterior             Página siguiente

imagen de la tortuga coincide en su morosidad con la del caracol. Luego está ese tópico repetido del tiempo necesario para escribir y para leer sus poemas, como si todo lector moderno leyera poco y superficialmente, y no se necesitara tiempo para profundizar en sus implicaciones. Otro escritor lento, Claudio Rodríguez, se quejaba de lo costoso que es escribir un poema.

      Concuerdan esos cinco años de factura con su desconfianza en la inspiración. Es decir, que los poemas no son fruto de un rapto creador transcendente (el poeta sería un mensajero de los dioses con quienes se comunica a través de los versos; el lector de poesía un iniciado en la nueva fe); sino el oficio que requiere un artesano que trabaja en su taller para el común de los mortales. Su orfebrería que se hace con sílabas no busca ni es la palabra por sí o en sí misma, sino las repercusiones en el nivel del mensaje y más allá, de la intriga, que consigue en el lector.

      Minimalismo cinematográfico innovador, menos poético, en el sentido purista de “lírico”: menos romántico o, mejor, antiromántico; menos barroco o antibarroco; menos místico, menos conceptual, sumergido en una nueva cultura que no se totemiza; menos subjetivo, o con registros claramente objetivos; menos localista, menos personal; menos tradicional, menos signos de puntuación, menos trabas, caminando hacia una convención nueva, sin una forma concreta, una convención compartible, asumible por diferentes lugares y culturas, más universalista, más común, más objetiva y, también, más fría.

      Recursos como el encabalgamiento sorprenden en versos con, aparentemente, poco ritmo métrico, aunque las palabras encuentren una silenciosa colocación premeditada en el espacio en blanco. Otros ritmos, vida más allá del nenúfar, de la estrechez en poesía; vida más allá de los Pirineos, de la rigidez de cualquier tradición, que se erija en exclusora de las demás, como si el mundo se acabara en Roncesvalles. Estas posibilidades ejemplifican una nueva poética, cuyo mayor peligro es la dificultad en su evolución. Pero, da la impresión de que esta recurrente objeción esconde a una crítica incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos, impaciente por ver tropezarse a una nueva estética que ha comenzado a andar.

      De nuevo, refutamos su novedad, su ruptura, su innovación. Desde luego, claro que sí: nada nace ex nihilo y siempre existen precedentes, incluso muy antiguos. Sólo tenemos que tomarnos la molestia en buscarlos. En cualquier caso, el nuevo arte, aunque nunca será ni puede ser totalmente nuevo mientras

(Continúa en la página 48)