Adarve..., n.º 1 (2006)                                                                                                                              Pág. 57

Eugenio MAQUEDA CUENCA

 

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posible. Se trata de un poema en prosa utilizado a la manera de Rimbaud, esto es, para explicar el universo del yo con mayor libertad y tratar el tema de la vida. El estar vivo, nuestro paso por la tierra, es siempre para López Bretones algo marcado por el azar, un caminar sin avance. El comienzo del poema es muy significativo: nada le reclama y, a lo lejos, el horizonte también es sombra. Si la postmodernidad es la época en que se muestra el desencanto, si es la época del fin de las utopías, un momento en el que el futuro pierde importancia, este poema es una estupenda prueba de ello. Encontramos aquí la representación de un sujeto desorientado, que ha perdido (o nunca ha tenido) las referencias vitales necesarias. De ahí que el poema esté, en este caso, formalmente abierto y que no sea simplemente una exaltación de la propia personalidad, sino el medio a través del cual se problematiza la existencia y el contexto en que ésta se produce. De igual manera lo representan otros poetas como Vicente Gallego cuando dice que “tan sólo quien se busca en el camino / y al encontrarse al fin está desnudo” o de forma más contundente: “Pues el destino humano se parece / a un pozo que, cegado / fluye y muere debajo de la tierra: / para el curso sin meta de esa agua / poco importa que llueva o que no llueva”. Para López Bretones, un horizonte que sólo es sombra; para Gallego, un curso sin meta. Semejantes planteamientos podemos encontrar en otros ilustres contemporáneos como el Carlos Marzal de Metales pesados o en la poesía de Benítez Reyes. La diferencia que encontramos en el planteamiento del poeta almeriense en el poema que estamos comentando es que se nos ofrece la contradicción entre la falta de interés por llegar al horizonte y los pasos irremediables que lo conducen hacia allí. En este sentido es fácil que, como lectores, nos identifiquemos con la voz que nos habla, incluso con el tono, y no sólo de este poema, sino de la mayoría de los que forman el libro.

      Las imágenes ofrecidas por López Bretones para mostrar las sensaciones de las que se nos habla son especialmente oportunas, a nuestro entender. Por ejemplo, cuando nos dice que vivir es caminar “sobre un lago helado, a punto de quebrarse”. Además de esa fragilidad que caracteriza a la vida, se es consciente de que la palabra con la que se vive es prestada, por lo que no hay posibilidad de reacción; no hay nada nuevo en las sensaciones, en los miedos, pues todo ha sucedido antes repetidamente, y seguirá ocurriendo después de nosotros. La toma de conciencia de que la mirada con que buscamos el mundo

(Continúa en la página 58)