Adarve..., n.º 1 (2006)                                                                                                                              Pág. 56

Eugenio MAQUEDA CUENCA

 

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dice que el mar permanece, mientras que la vida ha transcurrido y sí que ha cambiado. En realidad, es como si nada hubiera ocurrido, el agua permanece igual, porque no ha pasado nada. Todo este contenido es expresado a través de versos, en general, de arte mayor que, por un lado, apoyan con su extensión la engañosa narratividad del poema y, por otro, ayudan a que el tono solemne sea más patente. El ritmo está marcado por las numerosas estructuras simétricas que conforman el poema, sobre todo en la primera parte del mismo.

      El último verso resume el mensaje de todo el poema, por lo que los treinta y cinco versos anteriores son, como diría Gil de Biedma, pura poesía. Todo un edificio construido al servicio de una idea objetivada. Dicha objetivación consiste en la construcción de un modo de realidad que es, según Amado Alonso, como el resonador justo para una voz. De entre todos los posibles materiales, el poeta elige aquellos que más acertadamente pueden transmitir el sentimiento, la idea. Y debemos indicar que esta técnica de creación es más aún evidente en otros poemas del libro.

 

      López Bretones parece haber cumplido en el segundo de los poemas que se ofrecen, “No soy valeroso”, el sueño del que hablaba Baudelaire en sus Petits poèmes en prose: escribir poesía musical sin rima, flexible para adaptarse a los movimientos líricos del alma, las ondulaciones de la ensoñación y los sobresaltos de la conciencia, es decir, lo que W. Kayser llamaría una forma atectónica, aunque consideramos que lo es sólo en apariencia. El lugar de un extraño intercala poemas en verso y poemas en prosa. En ningún caso estamos hablando de prosa poética. La confusión terminológica puede darse, sobre todo, si nos encontramos con autores como Juan Ramón Jiménez, que escribió poemas en prosa y también excelente prosa poética, aunque desde nuestro punto de vista la diferencia entre ambos tipos de textos juanramonianos es evidente. No lo es tanto en el caso, por ejemplo, de José Ángel Valente o de César Vallejo, de ahí que se haya hablado de poemas en prosa puros, discursivos o integrados. Al hablar de poema en prosa nos estamos refiriendo a una composición concreta, mientras que con prosa poética remitimos a un estilo. En cualquier caso, si J. Cohen y G. Genette no lograron hacer una distinción válida absoluta, no es nuestra intención realizarla ahora.

      Si nos centramos en el poema que estamos tratando, tampoco hay duda

(Continúa en la página 57)