Adarve..., n.º 1 (2006)                                                                                                                              Pág. 80

Gracia MORALES ORTIZ

 

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las mujeres) o esa forma de entrega, vulnerabilidad y ternura (actitudes tradicionalmente unidas a la femineidad) que se revela en el poema “El príncipe”: “Desama mis manos / que inventaron tu piel en una noche. / Desama mi corazón, / que pediste por unas horas / y todavía no has devuelto.”

      Por último, no podemos dejar de destacar cómo ese ámbito de lo íntimo femenino se pone en correspondencia con un manera de hablarnos sosegada, tranquila, sabia, que, incluso utilizando la ironía, nunca llega a la estridencia o al sarcasmo. Si, por ejemplo, en varios de los textos existe una mirada que denuncia la actitud desapegada y dominante del hombre con respecto a la mujer actitud que se manifiesta en ese no venir de “El pan nuestro de cada día”, en ese no escuchar en “Cumpleaños feliz” o en ese no crecer en “Blanca Nieves y los enanitos”, el yo poético nunca lo ataca de una forma directa, porque se refiere a él, sobre todo, como una ausencia. Al menos en estos textos. En otros de esta misma escritora sí que hallamos un discurso más agresivo, donde el reproche se hace evidente, como “El porvenir de una ilusión”, “La princesa encantada” o el poema dedicado a Sor Juana Inés de la Cruz, “Discurre, sin ingenuidad, sobre el progreso y adelanto de nuestro siglo en relación a los anteriores y la incesante evolución de la especie masculina”, todos ellos incluidos en Alicia en el País de lo Ya Visto.

      En lo formal, Milena Rodríguez despliega un estilo limpio, sin sobrecarga de adjetivos ni juegos inútiles de lenguaje. Y sin embargo, tras la aparente sencillez late siempre un evidente acento lírico. Ese lirismo se consigue con el adecuado y medido uso de unos cuantos recursos: la anáfora, los paralelismos y enumeraciones, la aparición inesperada de frases hechas o giros coloquiales y, sobre todo, una forma muy sugerente de materialización de lo abstracto en un ámbito cotidiano (secar el encanto, poner sal a los sueños, servir, frescos, los milagros…).

      Tanto en el desmitificación del discurso amoroso tradicional como en ese buceo en lo íntimo femenino, la obra de Milena Rodríguez se une a una ya importante (aunque no larga) tradición de mujeres poetas: Alfonsina Storni (sobre la que Milena Rodríguez ha realizado su tesis doctoral y a la que dedica, por ejemplo, el último poema de Alicia en el País de lo Ya Visto), Alejandra Pizarnik (hay que decir que el título Alicia en el País de lo Ya Visto está inspirado en un verso de esta magnífica poeta argentina, perteneciente al poema “Infancia”, de Los trabajos y las noches) u otras más cercanas como

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