Adarve..., n.º 1 (2006)                                                                                                                              Pág. 54

Eugenio MAQUEDA CUENCA

 

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      Como es habitual en la poesía actual, el autor nos ofrece en los poemas una voz íntima, una concepción del mundo que tiene su raíz en un profundo individualismo de raíz romántica e idealista, y que todavía está presente entre nosotros, aunque hay que distinguir entre la individualidad que se proyecta en un sentido histórico-social, y la que vuelve sobre sí misma, de manera más cercana al narcisismo. El poeta se siente solo y no comparte su preocupación con los demás, se ve distinto. El contemplar la propia imagen dificulta estrechar los lazos con los demás.

      También este libro, de una calidad incuestionable, se caracteriza por ser la manifestación de un adiós, la despedida de una edad, de un tiempo: la juventud. El saberse cercano a la madurez permite el comienzo de una mirada retrospectiva como si se fuera otro, con más objetividad y desapasionamiento. El recuerdo empieza a ocupar en la vida tanto espacio o más que el presente, de ahí su utilización como material básico en el proceso creativo. Así sucede en el poema titulado “Vemos el mar entre las noches cálidas”. En él, desde un presente ficcionalizado, se recuerda el pasado, no real, sino ficticio asimismo. Esto tiene una sencilla explicación, que nos viene ofrecida por la propia voz en la tercera estrofa: “Pero aquella sombra, / aquellos años, / aquellas estaciones de lluvia o de excesivo sol / no son sino metáforas gastadas, ilustres referentes / iguales a su estéril y asiduo correlato”. El empleo de la palabra correlato nos remite sin duda a la técnica con la que se ha construido el poema (y buena parte de los que aparecen en el libro): la llamada por T. S. Eliot correlato objetivo. El autor angloamericano, en un ensayo titulado Hamlet, defendió que la única manera de expresar la emoción en el arte era encontrando un correlato objetivo, que podía consistir en un conjunto de objetos, una situación o una sucesión de acontecimientos que, dentro del poema, fuera capaz de formular la emoción. Estos referentes, aparentemente externos a la idea originaria, tendrían la función, una vez incluidos en el poema, de crear la emoción, el efecto que el poeta persigue, la idea que quiere transmitir.

      En este poema, se da entrada a la descripción de un paisaje marítimo, de unos objetos relacionados con él, de su entorno de luz (de falta de luz, pues es de noche): hogueras amarillas, la brisa derramada entre las barcas, las redes rotas, el rumor olvidado de los mástiles y las rocas medio hundidas. Estos elementos son los que nos transmiten la sensación de decadencia, de derrota,

(Continúa en la página 55)