Adarve..., n.º 1 (2006)                                                                                                                              Pág. 79

Gracia MORALES ORTIZ

 

Portada             Índice             Página anterior             Página siguiente

temática: la de la desesperación cuando uno es desamado. Por la forma en que el yo poético le propone al otro cómo tiene que ir dejando de amarla (“Desámame con arte, / tan bajito, / que ni siquiera tú / escuches que me estás desamando”), descubrimos una práctica del desamor que tiene pocos antecedentes literarios, una práctica basada en lo cotidiano, sin estridencias ni heroísmos, en voz bajita.

      La búsqueda siempre infructuosa del amado-Ulises deja paso en todos los poemas a otra presencia abarcadora y tenaz: la soledad. Este elemento se encuentra en los cinco poemas publicados. En “Una habitación propia”, por ejemplo, es ella, y no el amor, quien da portazos y hace ruido dentro del pecho. Ya hemos visto cómo en “Cumpleaños feliz” no se consigue hacer que la soledad se desprenda de la piel, “aunque froté duro”. De ahí que se convierta, paradójicamente, en la única compañía capaz de permanecer por siempre junto al yo poético.

      Este proceso de búsqueda del amor y de encuentro final con la soledad es el eje de “Blanca Nieves y los enanitos”. En este poema en prosa, el tono se ve modificado: el lirismo cede a una estructura más narrativa y, sobre todo, en este caso la deconstrucción del referente clásico se tiñe de un claro tinte humorístico. Blanca Nieves, “una princesa del montón” rodeada de millones de enanitos, no da con la fórmula mágica que los haría crecer o que la empequeñecería a ella, para poder sentirse acompañada de alguien de su misma estatura. En este poema-microrrelato, sorprendente e irónico como los de Monterroso o Arreola, la única capaz de mantenerse cerca de Blanca Nieves es, de nuevo, la soledad, que afirma: “soy la única, la única, Blanca Nieves, que se ha puesto a crecer día tras día con tal de estar siempre a tu altura”.

      Además de este interesante eje temático, existen otros elementos que cohesionan el grupo de poemas que venimos comentando y que nos acercan a la producción poética, personal y honesta, de Milena Rodríguez. Por una parte, ya hemos señalado cómo el discurso se estructura, más o menos explícitamente, desde una voz femenina. Y ese mundo de lo femenino empapa todo el discurso: aparte de las referencias a figuras literarias (Blanca Nieves o la sirena) ya hemos visto, por ejemplo, cómo se utiliza el ámbito metafórico de la cocina, en “El pan nuestro de cada día”; pero esa presencia aparece también, de una forma más sutil, en otros elementos, como pueden ser en la intimidad de “un baño de agua tibia” (ese lento cuidado del cuerpo que se les supone a

(Continúa en la página 80)