El glucógeno del músculo aporta glucosa tanto para proporcionar energía al propio músculo como para liberarla al torrente circulatorio.
La enzima glucógeno fosforilasa ataca un extremo no reductor de la molécula de glucógeno, catalizando la ruptura hidrolítica del enlace α(1→4) que une el último residuo de glucosa.
Como consecuencia de la actividad de la enzima glucógeno fosforilasa se libera glucosa 1-fosfato, que al estar fosforilada no puede abandonar la célula.
La enzima glucógeno fosforilasa actúa indefinidamente hasta liberar todos los residuos de glucosa de una rama de glucógeno.
La enzima desramificante es necesaria para terminar la degradación de una rama de glucógeno.
La glucosa 1-fosfato generada tras la degradación del glucógeno debe perder el grupo fosfato para incorporarse a la ruta glucolítica.
Si consideramos la formación de glucógeno a partir de glucosa, el primer paso necesario es la fosforilación de la molécula para obtener glucosa 6-fosfato. Esta reacción es catalizada por la enzima hexoquinasa.
La glucosa 1-fosfato necesaria para la biosíntesis de glucógeno se forma a partir de la glucosa 6-fosfato en una reacción irreversible catalizada por la enzima fosfoglucomutasa.
La formación de UDP-glucosa está catalizada por la enzima UDP-glucosa-pirofosforilasa, también llamada glucosa 1-fosfato uridilil transferasa. En esta reacción se libera pirofosfato que será hidrolizado por la enzima pirofosfatasa desplazando la reacción hacia la formación de UDP-glucosa.
La enzima glucógeno sintasa necesita un cebador.
Cuando se va a sintetizar una molécula de glucógeno partiendo de cero es necesaria la participación de una proteína llamada glucogenina.
La formación de las ramas de glucógeno, unidas mediante enlaces α(1→6), conlleva la participación de un enzima llamado amilo (1,4→1,6) transglucosilasa. Esta enzima cataliza la transferencia de 6-7 residuos de glucosa desde un extremo no reductor hasta el grupo –OH del C-1 de un resto de glucosa de la misma rama o de otra.